Desde agosto no había salido a correr más de tres días, y en ninguno de ellos había superado los 6 kilómetros, por lo que esta prueba no tenía mucho sentido más allá de probar el pie y tomarla como un entreno, pues de lo contrario, la verdad que con el día tan malo que hacía de lluvia y frío, no habría salido a entrenar de ninguna manera.
Antes de la salida me encuentro con uno del equipo, Iker. Ninguna novedad, porque este chaval se apunta a todo, carreras por asfalto, duatlones, trails, triatlones, travesías a nado, maratones,.... Es el que más ha competido de largo, con una medía de más de una prueba por semana, pues no era raro el fin de semana que hacía doblete el sábado y el domingo.
Personalmente, mucha suerte, climatológicamente hablando, había tenido en las 25 pruebas anteriores en las que había tomado parte (desde la X-treme de Finaga de 2012 no corría con lluvia). En Amurrio se truncó, y como digo, una solemne lluvia y un intenso frío hacían acto de presencia.
Que bien que se diera comienzo a las 12 del mediodía, pues se agradece el no madrugar y el poder desayunar tranquilo.
Foto: Yolanda Ugarte |
Antes de completar la primera vuelta me vuelve el dolor en el pie derecho, así que si hasta entonces iba a un ritmo cómodo, durante la segunda y última vuelta lo que hice fue dejarme llevar, esto es, cada vez más despacio a la vez que cada vez me iba cabreando más. Paciencia, mañana por fin voy al traumatólogo a que me den las pruebas de la resonancia.
Así, con más pena que gloria, y después de saludar a Elvira y Joseba al paso por su casa, acabo la carrera. La CLASIFICACIÓN dice que he finalizado en el puesto 116 de 245 deportistas y que he corrido a un ritmo de 4:30 el minuto. Mal, pero era lo esperado. Lo que más me duele (literalmente también), sin embargo, no son los ritmos ni tiempos, sino el pie.
Lo dicho, paciencia.