Mal, mal, muy mal.
Y eso que el día prometía mucho, tiempo precioso para pedalear acompañado de amigos y compañeros.
Todo se torció demasiado rápido. En Berango pisé un catadrióptico que hizo que me girara el manillar de manera brusca para a continuación pegar un vuelo.
Caí con los dos brazos, que soportaron todo el golpe y no dejaron que se repartiera por el cuerpo. Ningún hueso roto, pero al haber aguantado los brazos tanta presión del golpe, los músculos del antebrazo, tendones y demás, poco menos que destrozados.
Ya soy ciclista.
Ahora paciencia.
P.D: La bici, que la estrené hace un mes, afortunadamente, sana y salva.
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